Balcón Trianero

lunes, 26 de junio de 2017

Trianeros en las Indias - Siglo XVI


Sirvan estas letras para rendir mi modesto homenaje a Dª María Encarnación Rodríguez Vicente, licenciada en Filosofía y Letras, licenciada en Geografía e Historia, Historia de América, y doctora en Historia de América por la Universidad de Sevilla, docente de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad de La Laguna de Tenerife, ponente de varios congresos de Historia de América e investigadora reconocida a nivel internacional, persona con una calidad humana y fuerza de voluntad dignas de ser exaltada, trianera de la calle Rodrigo de Triana, hija de D. Vicente Rodríguez y Dª Concepción Vicente Macías y primera nieta del matrimonio formado por D. Juan Antonio Vicente Pastor y Dª Carmen Macías Ferreiro, que fundaron su numerosa familia en Triana donde eran conocidos por la Familia Pastor. 

Este trabajo de investigación fue elaborado por ella a partir de un congreso de Historia de América celebrado en Santander, donde presentó sus libros "La patria chica presente en las últimas voluntades del emigrante montañés a América" y el siguiente "Santander y el Nuevo Mundo", donde se propuso realizar similar trabajo sobre la emigración de trianeros al Nuevo Mundo y la historia resultante del esfuerzo y trabajo de aquellos esforzados valientes.
Falleció en Madrid el 23 de febrero de 1989 a la edad de 62 años.

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Texto de Don Guillermo Céspedes del Castillo en el prólogo del libro: 
San José de Gracia y San Antonio de Arrona, Economía y sociedad en dos haciendas mineras de Sinaloa en el siglo XVIII

IN MEMORIAM

Al iniciar estas páginas recuerdo con especial intensidad las circunstancias en las que prologué el primer libro de Encarnita Rodríguez Vicente, que versaba sobre el Consulado de Lima en la primera mitad del siglo XVIII. Dicho trabajo había sido su tesis doctoral, que no mucho antes obtuviera la máxima calificación y que fue la primera, entre las que por mí dirigidas hasta entonces, en ser publicada, Encarnita y yo habíamos ya compartido unos años de trabajo científico, ilusiones profesionales y esperanzas sobre el futuro de la Universidad española, primero mientras ella fue alumna distinguida en mis clases de cursos superiores en la entonces nueva licenciatura en Historia de América, después como ayudante de la cátedra que yo desempeñaba a la sazón en la Universidad de Sevilla. Si por algo puede caracterizarse nuestra actitud vital de esa etapa, sin duda es por la curiosidad intelectual y el entusiasmo como motores de un intenso trabajo científico y universitario que perseguía la plenitud interior antes que el éxito externo, que hallaba su recompensa en sí mismo, que concebíamos y practicábamos como fin y nunca se nos ocurrió utilizar como medio ni como trampolín para lograr otros objetivos.



Entre aquel prologo rebosante de esperanzas y estas líneas escritas con dolor han transcurrido treinta años, que han sido los más densos y fecundos en la historia de Encarnita. En los primeros cinco de esos años continuamos laborando juntos en Sevilla; después, cada uno tomamos nuestro propio rumbo, hasta coincidir al final en Madrid, aunque en universidades distintas. Pero la distancia no alteró nuestro mutuo afecto ni nos alejó como colegas ni como amigos. Mi interés por su obra y por su vida se mantuvo inalterable. Recibí muchas de sus publicaciones y leí puntualmente todas las demás. De su temática, orientación metodológica y valor científico es una expresiva antología el libro Economía, sociedad y Real Hacienda en las lindas españolas (Madrid, 1986), que recoge dieciséis de los artículos hasta esa fecha publicados por Encarnita. Uno de ellos es de tema bibliográfico y reflejo de su dilatada y valiosa colaboración en el índice Histórico Español, editado en Barcelona. Los demás, se ciñen a las materias indicadas en el título, con una cierta preferencia por temas peruanos; todos ellos demuestran un profundo conocimiento de los archivos españoles y su documentación americana, una excelente técnica en el uso de las fuentes primarias y de la historiografía antigua y reciente, y una clara predilección por los asuntos más relevantes y significativos entre aquellos que, cuando Encarnita los estudió sobre las fuentes, eran prácticamente desconocidos. 


La obra histórica de Encarnita revela la inteligencia, la laboriosidad, la dedicación y el buen hacer de un investigador profesional, que siempre aprovechaba viajes, ratos libres y vacaciones para el trabajo de archivo. Llevado invariablemente sin prisas, pero sin pausas, con la detención de quien medita y contrasta cada nuevo dato, pero sin la morosidad innecesaria de quien se queda en la pura erudición o practica «la superstición del documento inédito». Sin embargo, la investigación histórica que dio a conocer internacionalmente a Encarnita en el campo del americanismo, fue para ella una dedicación profesional secundaria. Su trabajo central. el más extenso e intenso, al que dedicó la mayor parte de su tiempo y lo mejor de su entusiasmo, fue la enseñanza universitaria, vivida como vocación, sentida como generoso placer y practicada como deber profesional primario y básico. En el citado prólogo a su tesis doctoral, tras mencionar sus primeras publicaciones, me sentí obligado a escribir «...en cambio. Sólo mis alumnos y yo conocemos su eficaz y desinteresada labor en la cátedra que desempeñó en la Universidad de Sevilla; la señorita Rodríguez Vicente, como profesora ayudante y encargada de curso. Ha hecho méritos que quiero y debo mencionar y agradecer en estas líneas». Debo también recordar que en aquellos años el trabajo de un joven profesor universitario, a veces retribuido con cantidades simbólicas, con más frecuencia absolutamente gratuito, no se concebía como un empleo, sino como un honor conferido a un estudiante avanzado con objeto de que tuviera oportunidad de irse preparando para una profesión como la docente que, por ser intrínsecamente ingrata, sólo debe elegirse cuando se la ama. También parece oportuno recordar que la profesión docente universitaria exigía, además de ser amada, superar una serie de obstáculos entre los cuales las desaparecidas oposiciones eran los más visibles y notorios, aunque no siempre los más difíciles. Encarnita hizo oposiciones diversas, desde el comienzo hasta el final de su carrera; me consta que las preparó siempre con esmero, como si en ello le fuese la vida, pero no sólo para ganarlas o para conseguir una meta profesional específica a la que en alguna ocasión renunció poco después de haberla alcanzado sino para demostrarse a sí misma que estaba preparada y al día para ejercer la docencia. Experimentar la satisfacción interior que proporciona el trabajo elegido, querido y bien hecho y sobre todo, para ayudar a los estudiantes e ilusionarlos. Sin pretenderlo en absoluto, Encarnita nos dio la medida exacta de su concepto de la labor universitaria en la dedicatoria del libro de 1986 arriba mencionado. Dice así: «A mis alumnos de las universidades de Sevilla, La Laguna, y Autónoma de Madrid, estímulo constante en la labor que recoge este libro. Gracias». Los alumnos, beneficiarios más directos de su preparación y su trabajo, eran considerados como estímulo para mejorar esa preparación e intensificar ese trabajo, en una espiral superadora que tiene a la perfección por meta y que engrandece al oficio docente y a quien así lo concibe y práctica. 

Es significativo que la última publicación de Encarnita, su obra póstuma prologada por estas líneas, sea una obra colectiva. En sus años de juventud, no me costó ningún esfuerzo convencerla de que el trabajo en equipo era la fórmula más eficaz. Quizás indispensable. en el desarrollo de cualquier ciencia, y por supuesto de la ciencia histórica. Debido a su innata modestia, se plegó con naturalidad a la tarea colectiva que, en varios proyectos de desigual resultado, emprendimos en nuestros años de Sevilla. Cuando tiempo después le tocó dirigir el equipo en que trabajaba, lo hizo con eficacia, huyendo del divismo que, no pocas veces, es la lacra principal de esta clase de empresas científicas. Aunque no todos hayan sabido o querido verlo, Encarnita se hallaba especialmente bien dotada para inspirar y promover labores de este tipo, así como para dirigirlas con tanta humildad como eficacia. Este libro es un conmovedor ejemplo de ello. EI investigador que encuentra porque sabe buscar en un archivo un grupo extenso e importante de documentos inéditos sobre un tema apenas conocido, tiende a completar esos materiales y a elaborarlos en un libro propio, lucido y novedoso. Encarnita prefirió poner esas fuentes a disposición de sus alumnos, enseñarles a investigar trabajando en ellas y dedicaría a esta obra colectiva más tiempo y esfuerzo del que le hubiera llevado su elaboración personal. Tal decisión, que desde un punto de vista egoísta podría juzgarse poco sagaz, es sin embargo muy propia de un verdadero profesor universitario que, por amar de veras su oficio, confía más en sus discípulos que en sí mismo, y en los trabajos de éstos pone mayor empeño, afecto e interés que en la labor propia.

Pese a toda su importancia y fecundidad, la obra investigadora y docente de Encarnita ha quedado, por desgracia, inconclusa. La muerte la interrumpió con dolorosa brusquedad una mañana, cuando se disponía a ir a su Universidad e iniciar en ella una jornada más de trabajo. Su prematura desaparición ocurre cuando ella se encontraba al comienzo de sus años de madurez y en plena actividad creadora. Es por eso por lo que puede decirse que la persona ha sido superior a su obra. Me limitaré, en prueba de ello, a mencionar alguna de sus cualidades personales, empezando por la más visible: su generosidad. Cuando la conocí, era la estudiante a quien todos sus compañeros -incluso los de otros cursos y secciones acudían en busca de unos apuntes, de un libro difícil de conseguir, de explicaciones y de información, sin que ella se cuidase nunca de ser o no correspondida. Colegas y amigos, superiores y subordinados, cualquier persona que la ha tenido cerca en algún momento de su vida, todos sabemos de esa Encarnita servicial, amable, cordial y generosa, siempre dispuesta a ayudar y casi nunca a pedir. Su temple, aplomo y estabilidad emocional sorprendían e inspiraban admiración en estos tiempos de depresiones, frustraciones, complejos y descontento; saboreaba las alegrías con fruición y superaba las tristezas y desengaños con rapidez, sin amargura y con elegante moderación en gestos y expresiones. Inteligente, trabajadora, capaz, competente y buena, pocas cosas he admirado más en ella que su valor, su disposición a tomar la vida como viene y a vivirla con honradez, intensidad y provecho. Admiro tanto su logrado enseño por realizarse, según ahora se dice, como su capacidad para encajar con digno talante lo mismo los golpes que la existencia nos proporciona a todos, como las consecuencias de nuestros propios yerros. En ese sentido su ejemplo fue, para cuantos la conocimos y la queremos, la mejor y la más importante de sus lecciones.

Guillermo Céspedes del Castillo. 




Agradecimiento

Mi más sincero agradecimiento a la familia Vicente Pastor, conocida en Triana como la familia Pastor por su demostrada generosidad al autorizar la publicación de este trabajo, dando a conocer a nivel internacional la grandeza de Triana y de su gente, este histórico arrabal tiene que sentirse orgulloso de haber parido en sus entrañas en la calle Rodrigo de Triana a esta singular trianera.

Agradecer a D. Manuel Fernández Núñez por el interés puesto en esta publicación y la aportación de datos facilitada.

Manuel Mediano Vargas                       Triana invierno 2017

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(Interesante: B.T. quiere comunicar, que ha llegado a esta "baranda", un  trabajo de investigación sobre los "Trianeros de las las Indias en el siglo XVI. 
Llegamos así al verano de 2,017, con una aportación que tan sabiamente han distinguido para este blog, y quien de forma asidua se participa para el.
A partir de hoy lunes día 26, se irán sucediendo diferentes capítulos; sugerimos que por su carga histórica el lector no se pierda ninguna de las entregas, que ya están en la "baranda"para que estas se puedan asomar.


B.T. reconoce a Manuel Mediano, que haya sido el principal participe en conseguir estas inéditas historias.
TRIANA C.F.

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