Leyendas de Triana
Pocas noticias llegan a esta "baranda" en época estival y dada la importancia de un hermoso artículo del maestro D. Antonio Burgos, reproducimos el insertado en ABC en el dominical día 4 de los ctes.
Realizaremos un paseo por Triana, descubriendo numeroso rincones
del barrio. En Las Leyendas de Triana repasaremos numerosas historias,
anécdotas y sucesos de este enclave que fue un núcleo de población
independiente durante siglos. La Triana marinera, El patio de Monipodio, La
leyenda de la Cava, La forja, la cerámica…
Conoceremos la parte sur marinera y la parte
norte industrial. Haremos un recorrido circular para empezar y acabar bajo el
famosísimo puente.
Descubre los secretos de este barrio que fue
cuna del flamenco, albergó gentes procedentes de todo el mundo y vivió a la
otra orilla de la ciudad de Sevilla.
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Pocas noticias llegan a esta "baranda" en época estival y dada la importancia de un hermoso artículo del maestro D. Antonio Burgos, reproducimos el insertado en ABC en el dominical día 4 de los ctes.
Esperamos que por la calidad de la pluma de quien se ocupa de la
Virgen que citó: "Por mi reinan los reyes" y que en estas fechas cobra insospechada actualidad, sea de la aceptación de una mayoría. B. T.
ANTONIO
BURGOS
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UN SILLON VACÍO
PARA LA VI RGEN
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En el palio de tumbilla, el sillón de carey
vacío espera a la Virgen. Es un trono popular que espera a su Reina.
La foto que por el teletipo de las
amapolas me envía un sevillano de paladar huele a silencio de la Catedral.
Tiene el frescor de penumbra de las naves de esta Magna Hispalense a la que le
pasa como a la Vieja Dama de Sevilla: que por muchas perrerías que le hagan
puede con todo y con todos, eterna vencedora del tiempo, como la Fe Triunfante
que remata su torre mayor con la eterna palma del Domingo de Ramos en la mano,
para estrenar los vientos.
La foto
recoge el palio de tumbilla de la Virgen, vacío. Faldones, peana de plata y los
cuatro varales pelados, recién colocado en la Catedral para que comience la
novena y que por las Gradas se vean un año más batas de cretona, zarcillos
negros de coral y abanicos cárdenos que son como el uniforme de las devotas de
la Virgen, las que acudían de mocitas a las sabatinas del Cardenal Segura y
ahora cada tarde van a la novena, encorvadas por el peso del tiempo que va muriendo
en nuestros brazos. Y que nace cada año en la sonrisa del Niño Guasón de la
Virgen, que nos obsequia con la autenticidad de su risa de divina satisfacción
en cuantito sale por la Puerta de los Palos en brazos de su Madre y le da el sol
en la cara.
Escribo
«la Virgen» y no hay que precisar cuál. Esto es lo más grande. Ella es la más
grande: Per Me Reges Regnant. En esta Sevilla donde hay barrios enteros que
llevan nombres de Vírgenes, barriadas que en los azulejos de sus esquinas
proclaman las Letanías, nóminas de Semana Santa donde te arrebata tanta belleza
de Tristezas y Lágrimas, Dulce Nombre y Presentación, Victoria y Paz, llegan
estas calores, rompe este olor a nardos, plantan en la Catedral este palio de
tumbilla, y ya no hay que decir qué Virgen es. Es la Virgen que marca el
espacio y el tiempo, mapa y almanaque de nuestras certezas:
- Volvemos a Sevilla para la Virgen, como todos los
años…
_ Y como todos los años, en ese palio de tumbilla que
a una Virgen espera en la Catedral, un sillón vacío. Un sillón de carey Un
sillón como primito hermano del carey de la Cruz del Nazareno de Triana. Carey virreinal de bastón de mando que un
capitán general de la Flota de la Nueva España o un almirante de la Mar Oceana
hubieran depositado como promesa en la Capilla Real tras volver entre
luminarias, y salvas de una rendición de viaje en el Puerto Camaronero. El
vacío palio de tumbilla bajo. estas altas naves, es como una Catedral dentro de
la Catedral. Como un templo dentro de otro. Magno paso en la Ciudad de los
pasos. En la ciudad de los palios de las Vírgenes, el de la Virgen no se parece
a ninguno. Se parece a sí mismo. Como Sevilla se parece a si misma y es ella misma cuando se deja de contrapuntos
que se suelen quebrar de sutiles y abraza la desnuda verdad de su tiempo
invariable y de su espacio inalterable. En el palio de tumbilla, el sillón de carey
vacío espera a la Virgen. Es un trono popular que espera a su Reina, para que
Sea proclamada un año más Soberana de Sevilla por las altas campanas, por los
carráncanos de la Sacramental del Sagrario, por los sones de la Marcha Real,
por los abanicos, por las lágrimas, por las caras morenas que acaban de venir
de los baños, por un bisbiseo de oraciones y promesas.
En la Real Maestranza, cuando se reunen sus
caballeros, siempre hay también un sillón vacío. Es el sillón vacío del Rey
Nuestro Señor; efectivo hermano mayor del Real Cuerpo. Nadie se sienta nunca en
ese sillón, que está siempre esperando al Rey. Al sillón vacío de la Maestranza
le duelen los damascos de terciopelo y las perillas doradas, de tanto esperar
al Rey. En estos atardeceres de agosto, cuando la luna baja a echar de menos la
ilusión de los novilleros sin caballos de las nocturnas, el sillón de la
Maestranza le tiene envidia al sillón vacío del palio de tumbilla que ya está
plantado en la Catedral como una maceta de nardos. El sillón vacío del palio de
tumbilla, orgulloso, distante y displicente como un maestrante, sabe que será
breve su espera. Que ya está al llegar la Reina Nuestra Señora. La que por San
Fernando detuvo el día en Tentudía y que para todos los Sevilla nos lo alarga,
en estas antiguas, amorosas, hermosas vísperas de la mañana de los cuatro
varales plata y las tres gracias de oro del sol agosteño.
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