(Para ver las fotografías aumentadas, por favor hacer doble clip en ellas).


En el escenario de la pantalla grande, o pequeña, en el campo balompédico o en lugares distintos; de la política, de las ciencias, de las artes, etc; la señora de horrible semblante, se hizo ver en estos días del estío, con su segadera inexorable, como para llevarse a Chavela Vargas o Sancho Gracia, Neil Armstrong, primer hombre que pisó la Luna y hace siete años, también se nos iba a la “Triana celeste": Antoñita Colomé, en este octavo mes del año en el calendario gregoriano, nombre en honor del emperador romano Augusto Octavio.

No entraremos en la extensa biografía
artística de esta gran dama del cine, a las que personas versadas en estas
efemérides versarán sobre ello; pero sí quisiéramos acentuar parte de unas
vivencias que tuvimos en los últimos días de su vida en Triana.
Subimos
al ático de un bloque de VV. en el barrio de Los Remedios (Triana la nueva)
y nada más pasar el umbral de su piso, ya descubrimos en su propietaria de los
buenos modales y atenciones (costumbres que desde que se inicio la democracia y
como decía desde entonces la Real Academia Española de las Letras, «están en
desuso».
Aún recordamos aquel salón de color
anaranjado, con un mueble en el cual se apiñaban portarretratos, premios,
placas y otras distinciones; entre ellas una fotografía de su hija Eugenia Martín
Colomé y de sus nietos, José Ignacio y María Eugenia. Allí departimos en diversas conversaciones durante varios meses en
torno a las vivencias de su carrera artística; casi no era necesario el
preguntarle, ya que con absoluta claridad, nos iba presentando cada uno de
aquellos momentos sin apenas necesidad de matizaciones, nos habló mucho de sus
ancestros, de su padre de su abuela «La Quica», de su nacimiento
trianero, de sus estudios colegiales, de solfeo y de las enseñanzas en la fuente flamenca con su padre; Ricardo Colomé Lasso de la Vega.
Durante nuestras largas charlas,
comentaba el pase por los estudios de la Paramount de París antes de cumplir los veinte
años.
Siempre admiraba a dos principales directores del cine,
Benito Perojo y Edgar Neville.

Le saludaban todos, de manera especial
cuando acudía a realizar las compras de abastecimientos, pan y otros artículos
de diario. Después de su óbito hemos pasado por allí, por los supermercados,
kiosco de prensa, restaurantes, frutería, panadería, vecinos del bloque, etc. y
todos recuerdan con cariño a nuestra trianera universal.
Ella tras el saludo, siempre se entretenía
preguntando a sus convecinos por sus familias, sus trabajos, sus cosas y
siempre que la conversación lo requería; ponía la cuñita de un chascarrillo o
un comentario jocoso.
Su casa la compartía con un pajarito
enjaulado y su gato llamado «Curro», el cual quizás por su soledad, se
nos presentaba un poco huraño. Un día vimos los tobillos de Antoñita con algunas
“caricias” provinentes de uñas gatunas y ella con pajolera gracia nos
indicaba que el gato «sentía atracción amorosa» por sus piernas al
carecer el minino de una compañera.
Durante muchas tardes fuimos tejiendo una
sucesión continuada de cuanto había vivido, poniendo cierto énfasis en lo que
ella consideraba lo más importante, bien por ser una meta difícil o por tener
esa vivencia una carga de curiosidad. Nos regaló muchas fotografías y programas
cineastas de mano; en las primeras y en más de un centenar de ellas; como
fotogramas fílmicos nos fue explicando sus vivencias.

Con salero, hacía una versión de cuanto en
aquellos años que quedaron muy atrás, citando la reunión de las vecinas del
barrio en aquellos patios, corrales con cantes y bailes por sevillanas. Se daba
buena cuenta – nos decía - de un potaje de chícharos con ajo e incluso se
hacía buen acopio de avellanas verdes en las noches de la Velá.
Tuvimos la oportunidad de comprobar su
buena preparación, su don de gentes; eso que llamamos «mundología». Cuando
hacía referencia a alguna estancia en París, se expresaba en puro francés que
luego nos traducía.

El 23 de Julio de 1.997 miércoles, en el “Teatro Altozano” (es metafórica la forma de señalar) Adolfo Lama q.e.p.d (Delegado de Distrito) abrió un espectáculo que ABC entrecomilló, la voz de Triana; cuajado de composiciones de León Quintero y Quiroga y que la cantante Antoñita estaba muy identificada; a este momento se unió algún “lanzado” que no estaba en el “programa”pero se reconocía así más el cariño que tenían con ella.
El Delegado del Distrito, hizo hincapié de
lo que representaba esta intérprete de la copla, consiguiendo ser una plenipotenciaria
de Triana. Por otra parte Antoñita diría textualmente: “Me enorgullece
recibir un homenaje de estas características en el barrio que me vio nacer como
persona y que tanto ha apoyado mi carrera profesional; para mí es como dar las gracias a Triana con mi trabajo».
En dicho año, también por la Academia de las Ciencias y las Artes
Cinematográficas de España se le hizo donación de la medalla de
oro junto a un homenaje de la Asociación de Escritores Cinematográficos de
Andalucía. Precisamente a este acto fuimos invitados. En la misma fecha, ASECAN
creó el Premio Antoñita Colomé al mejor intérprete andaluz y
que durante muchos años ella entregó
personalmente. (Ver revista Triana - nº. 77 - Pag. 09).
En estos momentos, al hacer un balance
de parte de lo que nos contara, viene a nuestra imaginación como si se tratará
de uno de los millares de fotogramas en sus filmes, su gran personalidad
aderezada de su gran bondad, muy ufana, comunicativa, radiante, tremendamente
risueña y quedamos literalmente perplejos ante su gran obra; no solo cinematográfica,
sino discográfica como son las muchas canciones de los maestros Quintero, León
y Quiroga, componiéndole un pasodoble especialmente para ella titulado La de
la Puerta de Triana y de otros compositores como Azagra, Agüero,
Valerio, con temas como bulerías, farrucas, tanguillos, zambras, romancillos,
sevillanas y multitud de canciones. En
definitiva fue una estrella que compartió luz con otras como; Concha Piquer, Imperio Argentina o Rosita
Díaz Gimeno.
Dentro de este relato personal, podríamos destacar una de las
visitas que giramos a su casa y que nuestra artista siempre “actuaba”
sobre la mesa que compartíamos sentados como si fuese la mejor butaca en un
estreno de los renombrados cines de aquel tiempo y en una ocasión nos tatareó
una de sus muchas canciones que se cantaron en Triana:
Con un pañolito blanco
Como un clavel encendió
yo te entregué mi queré
te di el agua de mis labios
pa que carmaras tu sé.
Te di mi lunita clara,
te di mi blanco azahar.
en moneas de cariño
ya no pude darte más.
Y por cosas de la "via"
ahora me ves por la calle
como una desconocía.
¡Que se me sarten los ojos
si yo te vuervo a mirá!
Que la lengua se me caiga
si te vorviera a llamá!
Ojalá que tú cameles.
a quien no te quiera a ti
y te dé a probar las hieles
que tú me distes a mi!
Pero me queda er consuelo,
de que ar llegá tu hora mala
con un pañolito blanco
yo te taparé la cara.
Al revolver de una esquina
me di de cara con él
y se me puso el semblante
más blanco que la paré.
Me hise un nudo en la garganta
para no desirle ná
y seguí por mi camino
sin vorver la vista atrá.
¡ Qué delito he cometío
si solo te he cameláo
con tos mis cinco sentío!
Pero me queda er consuelo
de que ar llegá tu hora mala
tiese que ser mi pañuelo
er que te tape la cara.
yo te entregué mi queré
te di el agua de mis labios
pa que carmaras tu sé.
Te di mi lunita clara,
te di mi blanco azahar.
en moneas de cariño
ya no pude darte más.
Y por cosas de la "via"
ahora me ves por la calle
como una desconocía.
¡Que se me sarten los ojos
si yo te vuervo a mirá!
Que la lengua se me caiga
si te vorviera a llamá!
Ojalá que tú cameles.
a quien no te quiera a ti
y te dé a probar las hieles
que tú me distes a mi!
Pero me queda er consuelo,
de que ar llegá tu hora mala
con un pañolito blanco
yo te taparé la cara.
Al revolver de una esquina
me di de cara con él
y se me puso el semblante
más blanco que la paré.
Me hise un nudo en la garganta
para no desirle ná
y seguí por mi camino
sin vorver la vista atrá.
¡ Qué delito he cometío
si solo te he cameláo
con tos mis cinco sentío!
Pero me queda er consuelo
de que ar llegá tu hora mala
tiese que ser mi pañuelo
er que te tape la cara.
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