Balcón Trianero

miércoles, 31 de julio de 2013

Cordialidad trianera.

IMPORTANTE:
Ante las numerosas entradas que se han realizado en este evento festivo y a la petición de ingente público, en el que se encuentran los vecinos del distinguido barrio de Turruñuelo; se ha considerado poner en primer termino lo publicado en su día.
Al margen de ello, sugerimos a los lectores de este B.T. que para encontrar temas atrasados, pueden hacer clip en el margen derecho del nombre de las "etiquetas" con lo que considere, ver o bien hacer clip por unos momentos, en el mes donde supone acaeció un determinado evento; por ejemplo - dar con el "ratón" en Julio y tras unos segundos, se desplegará todo lo insertado.
Agradecidos por su atención.- Balcón Trianero.
 
Cordialidad trianera -
XXI Velada del Turruñuelo



jueves, 18 de julio de 2013

Orilla Flamenca

(Ampliar las fotos haciendo clip)


Foto: Pepe López



Con la asistencia del Excmo. Sr. Alcalde del E. Ayuntamiento de Sevilla, D. Juan Ignacio Zoilo.- Sr. Delegado del Distrito de Triana, D. Francisco Pérez Guerrero, el Sr. Director Gerente de la firma Editorial Giralda, S. L. D. Francisco J. Sosa Martín, el prologuista del libro: “la otra orilla del flamenco – 1740 – 1931” D. Antonio Reina Gómez y el autor del citado D. Ángel Vela Nieto, tuvo lugar en el céntrico lugar trianero de Hotel Zenit y que tan acertadamente dirige D. Jesús Castejón Requena la presentación de libro referenciado y cuyo público habilitó todos los lugares del salón de actos de esta entidad hotelera. Aquí:


Cerraría el acto el Excmo. Sr. Alcalde del E. Ayuntamiento de Sevilla, valorando las virtudes literarias de D. Ángel Velá, indicó que aunque tendrá mucha vida literaria, no duda que dejará esta forma de contar la historia trianera a otros más jóvenes.
En una parte de la intervención, el Sr. Zoido, recordó un pasaje de hace unos años, en que asistió a la presentación de otro de sus libros y le prometió que si algún día se encontraba como Alcalde de la Ciudad de Sevilla, haría lo posible por estar en ese momento; lo cual quedó patentizado con la asistencia indicada. Aquí:

Rafael Heredia Flores, en el mundo artístico Jesús Heredia, cantaor muy conocido en recitales y concursos, que está en posesión de grandes distinciones como la Lámpara Minera, seria el que daría la “contraportada flamenca” cantándole al autor del libro una letra compuesta durante el acto de presentación y que B.T. rescató en audio; arriba figura para sus lectores-escuchas.
El flamenco en la orilla.

Hace unos días, publicaba B.T., (Ver página "Dias señalaitos") la programación para la próxima Velá, que ya está a la vuelta de la esquina y sacamos de ella, esta presentación de libro, que cuanta con el beneplácito del Distrito de Triana.

Desde aquí, B.T. desea un brillante acto, tanto para el Tte. de Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla y Delegado del Distrito de Triana, al editor del libro "la otra orilla del flamenco" de Ediciones Giralda; no dudamos que como esta, el libro tendrá "una gran altura" y éxito para su autor que año tras año, "vela" por enseñar históricamente a esta Triana que por nacimiento o por adopción nos acoge. 

El acto se celebrará el miércoles dia 17 a las 21 horas y en el Hotel Zenit.






lunes, 15 de julio de 2013

Itimad, actividad constante

NOTA IMPORTANTE:
ULTIMA HORA:
Próxima pagina: "Pasando revista" (Velá Sgº- y Sta.Ana)
Feria en los "Jardines de arroz":

FERIA EN HONOR A NTRA. SRA. DEL CARMEN EN ALFONSO XIII.LAS FIESTAS EN HONOR A LA PATRONA DE ISLA MAYOR SE CELEBRARAN DEL 18 AL 21 DE JULIO. ¡Que se diviertan !.
Hacer clip en la parte inferior: >
http://www.islamayor.es/opencms/opencms/islamayor/actualidad/deportes/2013/feriaalfonso.html

Por favor ver: Dias señalaitos.





En construcción) Historia de un concurso. "Los AA" Puede ya leerse.- Escuchar al final como audio una Sevillana (muy antigua).


Quienes ojeen la página "Rocio en los "jardines del arroz", figura un enlace, en el caso de que no obedezca al hacer clip en el, se ruega seleccionarlo y llevarlo a la regleta de Google. Gracias.
Al lado de este Balcón T. figura la "etiqueta" Objetivo, cumplido: Por favor ver su audio.









 
Recordamos, que está abierto el plazo de inscripción para el Concurso de Sevillanas, será del 28 de junio al 19 de Julio en la sede del Distrito Triana de Lunes a Viernes en horario de mañana de 9´30 a 14´00 horas.
 

 
La academia de baile Matilde Coral becaría a 10 personas para estudiar en su centro. La beca sería de un 60 % de la mensualidad. Las actuaciones tendrán lugar los días: 23, 25 y 26 de Julio a las 8,30 de la tarde.








Balcón Trianero, no toma vacaciones; pero si desea a quien no pueda quedarse en este "arrabal" en esas fechas, toda clase de bienestares en compañía de sus familias o parejas. Se acompaña un borrador del impreso mencionado, que se puede ampliar y que su original permanece en el Distrito de Triana. Puede hacer clip, para aumentar de tamaño del impreso y del cartel amunmciador:




 
Actividades de ITIMAD
 

Relacionamos textualmente, la nota que nos facilita, la Asociación Artistica Literaria.



Queridos consocios y amigos:

Nuevamente llegan "Los días Señalaítos" de Triana y con ellos todo un festival lúdico festivo.

Os recordamos que este año Itimad seguirá disfrutando de una caseta en la Velá de Sant´Ana junto con las asociaciones "La Dársena" y "Santa María", que estará ubicada frente a la puerta de La Casa de las Columnas por calle Betis y que os la ofrecemos de corazón para que hagáis de ella vuestra casa. Este año, además casi frente a ella habrá un tablao con actuaciones.
Ya que el lunes es nuestro día de reuniones, os propongo que el lunes 22 a partir de las 10 de la noche podamos vernos allí y tomar una copa juntos.

Paso a informaros de algunos de los eventos a los que hemos sido invitados :

Martes 16 de Julio, a las 20,30 h presentación del libro "Oselito en Rusia" ( Castillo de San Jorge, entrada junto a la capillita del Carmen

Miércoles 17 de Julio 21 h. presentación del libro de Angel Vela "Triana, la otra orilla del flamenco" (Hotel zenit, c/ Pagés del Corro nº 90). Se adjunta invitacion



Domingo 21 de Julio a las 21,30 h. PREGÓN DE LA VELÁ , (Hotel Triana, entrada por calle Manuel Arellano) que este año pronunciará la poeta Rosa Díaz. La entrada libre hasta completar aforo.

Si os apetece, nos veremos en algunos de estos sitios.

Aprovechamos para comentaros que tenemos concertada una visita teatralizada de Ecija para el 5 de Octubre. La salida , en nuestros propios coches (nos acoplaremos para ir en los menos vehículos posibles) será desde la calle Santa Fé, frente al Tejar del Mellizo a las 9 de la mañana y la vuelta sobre las 6 de la tarde. El precio, incluida la comida, será sobre 20 Euros. Los interesados deberán comunicarlo. Las plazas se ocuparán por orden de inscripción.

Saludos - Agustín Pérez González






                                          "Cumplí 21"
Hoy con el recuerdo cercano de aquella “niña”, que comenzaba en el 2.006 su andadura el en el mundo de las artes plásticas y literatura. Esta de la mano de sus asociados, entidades políticas y asociaciones, supieron coger “su mano” y así lograr que creciera entre multitud de actos y gratas vivencias.

Por todo ello a primeros de Mayo y coincidiendo con la Feria del libro de Sevilla se presentó la revista Aldaba en la Sala "El Apeadero del Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla"; se contó con la presidencia de D. Francisco Pérez Guerrero, Teniente de Alcalde. Delegado de Distrito de Triana, el Sr. Presidente de Itimad, D. Agustín Pérez González y como Secretario D. Ramón Gómez del Moral.
En el transcurso del acto, leyeron sus obras los autores: Isabel Velasco. Rosario Fernández.-Pepe Calderón,- Luis Carlos Mendias.- Ana Villalobos.- Pepe Bravo; se contó con la presencia de la autora de la portada de la presentada revista, titulada “En la azotea”, una fotografía de María Dolores Gil, que como ella indicó, correspondía a una pintura al pastel.
Se debe resaltar la interpretación a la guitarra de una concertista, que por su juventud sorprendió gratamente al público. María del Rocío Baturone Blanco, supo acariciar dicho instrumento desde la prima al bordón, con el tema: "Lágrima" de Francisco Tárrega y cerro el acto con interpretación de los tres movimientos de la sonata Opus 61 de Joaquín Turina.
Enhorabuena a todos cuantos hicieron posible la continuidad de esta revista, de haber logrado que hoy sea Aldaba una “mujer” y que de manera alegre se mostrara mirando a la Plaza San Francisco y a la Giralda, exclamando, ¡Cumplí 21 años!; perdón veintiuna revistas.
De interés: La revista, como todos los números anteriores, puede también visualizarse o bajarse en la web:
(Para aumentar el tamaño de las fotos, hacer clip en ellas)




María del Rocío Baturone Blanco

Isabel Velasco

María del Rocío Baturone Blanco




Pepe Bravo

Rosario Fernández


María Dolores Gil.



Ana Villalobos

Personajes destacados
en el público.

Luis Carlos Mendias



María Dolores Gil.

Pepe Calderón












"Aires de Copla"




Ampliar fotos haciendo clip en ellas; estas fueron registradas por B. T.



Ante la celebración de hoy dia 16 de Julio,  festividad de la Virgen del Carmen, a los que lleven su nombre,  (Carmelo o Carmen); Balcón Trianero les desea un grato dia de onomástica.







" Aires de Copla·" 
Antes de la fundación de la  Asociación "Aires de Copla", ya nos había traslado su Presidente, de la intención de conformar la misma, hoy al conocer por el asociado y componente del elenco compuesto por veinte artistas, como: Paco Mariscal, junto a su Sra. Tere Sánchez, de estar integrados en la misma, nos agrada el que esta, como una “niña” comenzará desde el ppdo. año sus pasos balbuceantes y ahora camine por esos caminos de alegría. 

Asociación "Aires de Copla", se constituye legalmente y sin ánimo de lucro, siendo su  propósito el de promover y fomentar la Copla Andaluza y española como parte del patrimonio cultural, la idiosincrasia, tradición y el folclore de Sevilla y Andalucía, ofreciendo la oportunidad de formarse y lanzarse a los escenarios a esas personas que, teniendo cualidades suficientes, nunca se han atrevido a ello o, en otros casos, a aquellas que por diversas circunstancias y avatares acontecidos a lo largo de sus vidas se vieron obligadas a interrumpir su vocación o su trayectoria artística y se encuentran en la actualidad con esperanza, disposición, capacidad y ganas para retomarla.
La formación artística corre a cargo de D. Manuel González Ríos, Presidente de la Asociación, quien se encarga de educar voz, interpretación, puesta en escena, estilo... además de realizar los arreglos musicales y de adaptación personalizados y las grabaciones.
La Junta Directiva está compuesta por tres miembros elegidos por unanimidad por los Socios Fundadores por un período de dos años:
Presidente: Manuel González Ríos.- - Secretario: José María de Tena Vargas.- - Tesorero: Francisco Marín Albaladejo.-
Para este ocasión, hemos seleccionado uno de los muchos carteles que posee la Asociación en sus múltiples participaciones, y esta es relativa a la Iglesia de San Leandro, se observa que la fotografía corresponde al trianero “GASÁN” y la presentación también a la residente en el Bº. León, Carmen Coronado, con la cual el autor de B. T. ha tenido el honor de compartir “escenarios y micrófonos”.

En el elenco mencionado, figuran artistas que estuvieron en el homenaje a Marifé de Triana en anteriores Velás de Santiago y Stª. Ana, como Maria Oliva, por favor haga clip en este enlace: 

En la actualidad supera el medio centenar de Socios (entre los que se encuentran un buen número de éstos) y cuenta con gran cantidad de seguidores.

Si el lector de este B. T., esté interesado en pertenecer a la misma, puede ponerse en contacto con “Aires de Copla” de una de estas formas: Correo eléctrico: asociacion@airesdecopla.es
ó Teléfono: 636-580-728 (de Lunes a Viernes de 10:00 a 14:00 y 18:00 a 21:00 horas, Sábados de 10:00 a 14:00 horas).

domingo, 14 de julio de 2013

Poesía. . . eres tú.

 NOTA IMPORTANTE:
ULTIMA HORA:
Velada del Torruñuelo: Pagina de "Triana Festiva"
Feria en los "Jardines de arroz":

FERIA EN HONOR A NTRA. SRA. DEL CARMEN EN ALFONSO XIII.LAS FIESTAS EN HONOR A LA PATRONA DE ISLA MAYOR SE CELEBRARAN DEL 18 AL 21 DE JULIO. ¡Que se diviertan !.
Hacer clip en la parte inferior: >
http://www.islamayor.es/opencms/opencms/islamayor/actualidad/deportes/2013/feriaalfonso.html

Por favor ver: Dias señalaitos.
- Mayores, sin reparos.- Música en los cielos.
Emisora de altura.

(En construcción) Historia de un concurso. "Los AA" Puede ya leerse.- Escuchar al final como audio una Sevillana (muy antigua).
Recientes:


- Mayores, sin reparos.- Música en los cielos.- Emisora de altura.
Cordialidad trianera - XXI Velada del Turruñuelo
Aquí:
Una emisora de altura:
Las próximas páginas:
"Dias señalaitos" (Velá)
Itimad, actividad constante
"Aires de copla"
"Oscuras golondrinas"

"Pasando revista" 
Amigo y lector-escucha de B.T.:
Como anunciamos, estamos dedicando unas páginas a la figura de los hermanos Bécquer y de manera concreta a Gustavo Adolfo.
Queremos que sea participe de todo cuanto venimos insertando y por lo tanto hoy, le invitamos a que nos acompañe a un recital poético del personaje que mencionamos.
Puede ser que se pregunte, cual es la forma de colaboración; sencillísimo, no se mueva de ahí, solamente emplee la imaginación, vamos a trasladarnos a la presentación de parte de su admirable obra; como si estuviésemos en uno de los “cafés” de aquel Madrid. No se preocupe, no se quite las babuchas, las chanclas o cualquier calzado, ahí esta él, su poesía en cinco versiones, como aquel libro “Los cinco y el tesoro de la Isla”, que buena historia, su publicación tiene un año más de edad que el autor de este Balcón. (Pero tranquilidad).
Es seguro que quien interpreta, no tendrá la enjundia de Gustavo, no llegará al énfasis de sus poesías pero si estamos convencidos, que puso a la hora de ejecutar sus rimas, sus “cinco” sentidos. No se mueva por favor, el piano esta ahí, no se cambie de ropa, ya estas todos reunidos junto a Bécquer, faltaba Ud.; solo Ud. si al final de este “espectáculo” B. Trianero logra rescatarle un aplauso, se quedará satisfecho y tendrá opción para “castigarle” con otra nueva entrega musical-poemaria. ¡Bienvenido a este estreno, no nos deje!.
En construcción: (14-07-13
A Gustavo Adolfo Becquer, no solo se le conoce, por sus poesías, como sus universales "rimas".
De su excelente trabajo literario, hay que destacar su elogiosa prosa; Becquer supo dotar de unas vivencias populares con su incansable trabajo, al cual dotaba de valores insospechados y le daba el marchamo de su acentuada personalidad.
Fueron veintidós leyendas, pertenecientes al citado autor y que a lo largo de ellas, siempre se distinguían por su total juventud.
Aquí:
No tuvo el sevillano G. A. Becquer, una vida infantil grata; quedó huérfano a los cinco años de su padre y a los once de su madre y a la muerte de esta, solo le sobrevivieron dos hermanos de los siete que tuvo.
Destacó en los estudios, en los Colegios San Antonio Abad y San Telmo y que después complementaria su educación y enseñanza, al ser atendido por una persona de gran talento como fue su madrina y considerando que debía de ampliar su facilidad para el aprendizaje, lo inscribió en un curso de pintura.
Aquí:
El autor de las destacadas "rimas", se le sucedieron en su juventud varias contrariedades por parte de su tío Joaquín; no contó con la acogida en el esfuerzo que realizaba el pequeño Gustavo, hasta le llegó a sentenciar "Tu no serás nunca buen pintor, sino mal literato".
Es en esa decisiva edad, cuando G. Adolfo, se encontraba hambriento de ser alguien para la vida y poseyendo una esperanza indefinida, con unos puros sentimientos; que fueron las piedras preciosas de aquella bisoña edad; el surgía en su ambular, considerándose un poeta.
Aquí:
Bécquer continuo con sus estudios, sin arredrarle la dificultad de los mismos y si ya tenia en su haber, el haber devorado junto a su madrina muchos libros, ahora en aquellas incursiones que hacía al "Río grande", le faltaba tiempo para tener entre sus manos una lectura y junto a los negativos pareceres que tenia con lo que se relacionaba, tenia una idea fija como la de ir a la capital de España y así lograr una fama literaria.
Sus proyectos fueron secundados por un grupo y junto a la Srta Lenoma editaron un libro de poemas.
Aquí:
Bécquer con una truculencia en su destino, optó romper su familiaridad con su tío y madrina.
La estancia en Sevilla de G.A.B. se hacia insostenible y con este salto a la "Villa y corte" en Madrid, suponía que el drástico cambio tendría una mejora en sus nuevos trabajos literarios; pero extrañado exclamó: "He necesitado que me lo digas y me lo repitan cien veces para creerlo: ¿Es esto Madrid?. ¿Es este el paraíso que yo soñé en mi aldea? ¡Dios mio!, ¡Qué desencanto tan horrible!.
Aquí:
Jueves, 13-07-12
En este año, se conmemora en Sevilla el centenario del traslado a la ciudad, de los restos de los Bécquer (Valeriano y Gustavo Adolfo).
Se han celebrado varios actos en los últimos meses por organismos, entidades y asociaciones poéticas y Balcón Trianero quiere unirse aunque sea modestamente a ese legado cultural de la obra de tan ilustres personajes.
Por lo tanto figurativamente les invitamos a pasear con nosotros por las Calles de San Vicente y San Lorenzo, lugares de gran cercanía para ellos y seguiremos un itinerario que nos llevará al Convento de Santa Inés, para finalmente visitar el Panteón de Sevillanos Ilustres donde en la Iglesia de la Anunciación nos presentaremos ante sus tumbas.
Hoy para recordarles, presentamos unas obras y posteriormente queremos contar con la participación de escritores y poetas que nos cedan su voz.
Ahora queremos conseguir con en este recuerdo, presentando una de las obras importantes de Gustavo Adolfo Becquer y por fijar el autor los hechos, en terrenos del barrio la Macarena y colindantes al cementerio; presagiamos que será para unos conmovedor el leerla y para los no identificados con este sevillano, podrán descubrir la belleza de su pluma literaria.
En el carro de los muertos
ha pasado por aquí;
llevaba una mano fuera,
por ella la conocí.
“La Venta de los Gatos”

(Gustavo Adolfo Bécquer)

I
En Sevilla, y en mitad del camino que se dirige al convento de San Jerónimo desde la puerta de la Macarena, hay, entre otros ventorrillos célebres, uno que, por el lugar en que está colocado y las circunstancias especiales que en él concurren, puede decirse que era, si ya no lo es, el más neto y característico de todos los ventorrillos andaluces.
Figuraos una casita blanca como el ampo de la nieve, con su cubierta de tejas rojizas las unas, verdinegras las otras, entre las cuales crecen un sinfín de jaramagos y matas de reseda. Un cobertizo de madera baña en sombras el dintel de la puerta, a cuyos lados hay dos poyos de ladrillos y argamasa. Empotradas en el muro que rompen varios ventanillos abiertos a capricho para dar luz al interior, y de los cuales unos son más bajos y otros más altos, éste en forma cuadrangular, aquél imitando un ajimez o una claraboya, se ven, de trecho en trecho, algunas estacas y anillas de hierro que sirven para atar las caballerías. Una parra añosísima que retuerce sus negruzcos troncos por entre la armazón de maderas que la sostiene, vistiéndose de pámpanos y hojas verdes y anchas, cubre como un dosel el estrado, el cual lo componen tres bancos de pino, media docena de sillas de enea desvencijadas y hasta seis o siete mesas cojas y hechas de tablas mal unidas. Por uno de los costados de la casa sube una madreselva agarrándose a las grietas de las paredes hasta llegar al tejado, de cuyo alero penden algunas guías que se mecen con el aire, semejando flotantes pabellones de verdura. Al pie del otro corre una cerca de cañizo, señalando los límites de un pequeño jardín, que parece una canastilla de juncos rebosando flores. Las copas de dos corpulentos árboles que se levantan a espaldas del ventorrillo forman el fondo obscuro sobre el cual se destacan sus blancas chimeneas, completando la decoración los vallados de las huertas llenos de pitas y zarzamoras, los retamares que crecen a la orilla del agua, y el Guadalquivir, que se aleja arrastrando con lentitud su torcida corriente por entre aquellas agrestes márgenes hasta llegar al pie del antiguo convento de San Jerónimo, el cual asoma por encima de los espesos olivares que lo rodean y dibuja por obscuro la negra silueta de sus torres sobre un cielo azul transparente.
Imaginaos este paisaje animado por una multitud de figuras, de hombres, mujeres, chiquillos y animales formando grupos a cuál más pintoresco y característico: aquí, el ventero, rechoncho y colorarote, sentado al sol en una silleta baja, deshaciendo entre las manos el tabaco para liar un cigarrillo y con el papel en la boca; allí, un regatón de la Macarena, que canta entornando los ojos y acompañándose con una guitarrilla mientras otros le llevan el compás con las palmas o golpeando las mesas con los vasos; más allá, una turba de muchachas, con su pañuelo de espumilla de mil colores y toda una maceta de claveles en el pelo, que tocan la pandereta, y chillan, y ríen, y hablan a voces en tanto que impulsan como locas el columpio colgado entre dos árboles, y los mozos del ventorrillo que van y vienen con bateas de manzanilla y platos de aceitunas, y las bandas de gentes del pueblo que hormiguean en el camino; dos borrachos que disputan con un majo que requiebra al pasar a una buena moza; un gallo que cacarea esponjándose orgulloso sobre las bardas del corral; un perro que ladra a los chiquillos que le hostigan con palos y piedras; el aceite que hierve y salta en la sartén donde fríen el pescado; el chasquear de los látigos de los caleseros que llegan levantando una nube de polvo; ruido de cantares, de castañuelas, de risas, de voces, de silbidos y de guitarras, y golpes en las mesas, y palmadas, y estallidos de jarros que se rompen, y mil y mil rumores extraños y discordes que forman una alegre algarabía imposible de describir. Figuraos todo esto en una tarde templada y serena, en la tarde de uno de los días más hermosos de Andalucía, donde tan hermosos son siempre, y tendréis una idea del espectáculo que se ofreció a mis ojos la primera vez que, guiado por su farsa, fui a visitar aquel célebre ventorrillo.
De esto ya hace muchos años: diez o doce lo menos. Yo estaba allí como fuera de mi centro natural: comenzando por mi traje y acabando por la asombrada expresión de mi rostro, todo en mi persona disonaba en aquel cuadro de franca y bulliciosa alegría. Pareciome que las gentes, al pasar, volvían la cara a mirarme con el desagrado que se mira a un importuno.
No queriendo llamar la atención ni que mi presenciase hiciese objeto de burlas más o menos embozadas, me senté a un lado de la puerta del ventorrillo, pedí algo de beber, que no bebí, y cuando todos se olvidaron de mi extraña aparición saqué un papel de la cartera de dibujo que llevaba conmigo, afilé un lápiz y comencé a buscar con la vista un tipo característico para copiarlo y conservarlo como un recuerdo de aquella escena y de aquel día.
Desde luego, mis ojos se fijaron en una de las muchachas que formaban alegre corro alrededor del columpio. Era alta, delgada, levemente morena, con unos ojos adormidos, grandes y negros y un pelo más negro que los ojos. Mientras yo hacía el dibujo un grupo de hombres, entre los cuales había uno que rasgueaba la guitarra con mucho aire, entonaban a coro cantares alusivos a las prendas personales, los secretillos de amor, las inclinaciones o las historias de celos y desdenes de las muchachas que se entretenían alrededor del columpio, cantares a los que a su vez respondían éstas con otros no menos graciosos, picantes y ligeros.
La muchacha morena, esbelta y decidora que había escogido por modelo llevaba la voz entre las mujeres y componía las coplas y las decía, acompañada del ruido de las palmas y las risas de sus compañeras, mientras el tocador parecía ser el jefe de los mozos y el que entre todos ellos despuntaba por su gracia y sus desenfadado ingenio.
Por mi parte, no necesité mucho tiempo para conocer que entre ambos existía algún sentimiento de afección que se revelaba en sus cantares, llenos de alusiones transparentes y frases enamoradas.
Cuando terminé mi obra comenzaba a hacerse de noche. Y en la torre de la catedral se habían encendido los dos faroles del retablo de las campanas y sus luces parecías los ojos de fuego de aquel gigante de argamasa y ladrillo que domina toda la ciudad. Los grupos se iban disolviendo poco a poco y perdiéndose a lo largo del camino entre la bruma del crepúsculo, plateada por la luna, que empezaba a dibujarse sobre el fondo violado y obscuro del cielo. Las muchachas se alejaban juntas y cantando, y sus voces argentinas se debilitaban gradualmente hasta confundirse con los otros rumores indistintos y lejanos que temblaban en el aire. Todo acababa a la vez: el día, el bullicio, la animación y la fiesta, y de todo no quedaba sino un eco en el oído y en el alma, como una vibración suavísima, como un dulce sopor parecido al que se experimenta al despertar de un sueño agradable.
Luego que hubieron desaparecido las últimas personas doblé mi dibujo, lo guardé en la cartera, llamé con una palmada al mozo, pagué el pequeño gasto que había hecho y ya me disponía a alejarme cuando sentí que me detenían suavemente por el brazo. Era el muchacho de la guitarra que ya noté antes y que mientras dibujaba me miraba mucho y con cierto aire de curiosidad. Yo no había reparado que, después de concluida la broma, se acercó disimuladamente hasta el sitio en que me encontraba con el objeto de ver qué hacía yo mirando con tanta insistencia a la mujer por quien él parecía interesarse.
-Señorito -me dijo con un acento que él procuró suavizar todo lo posible-, voy a pedirle a usted un favor.
-¡Un favor! -exclamé yo, sin comprender cuáles podrían ser sus pretensiones-. Diga usted; que si está en mi mano es cosa hecha.
-¿Me quiere usted dar esa pintura que ha hecho?
Al oír sus últimas palabras no pude menos de quedarme un rato perplejo; extrañaba, por una parte, la petición, que no dejaba de ser bastante rara, y por otra, el tono, que no podía decirse a punto fijo si era de amenaza o de súplica. El hubo de comprender mi duda y se apresuró en el momento a añadir:
-Se lo pido a usted por la salud de su madre, por la mujer que más quiera en este mundo, si quiere a alguna; pídame usted en cambio todo lo que yo pueda hacer en mi pobreza.
No supe qué contestar para eludir el compromiso. Casi, casi, hubiera preferido que viniese en son de quimera, a trueque de conservar el bosquejo de aquella mujer que tanto me había impresionado; pero sea por sorpresa del momento, sea que yo a nada sé decir que no, ello es que abrí mi cartera, saqué el papel y se lo alargué sin decir una palabra.
Referir las frases de agradecimiento del muchacho, sus exclamaciones al mirar nuevamente el dibujo a la luz del reverbero de la venta, el cuidado con que lo dobló para guardárselo en la faja, los ofrecimientos que me hizo y las alabanzas hiperbólicas con que ponderó la suerte de haber encontrado lo que él llamaba un señorito templao y neto sería tarea dificilísima, por no decir imposible. Sólo diré que como entre unas y otras se había hecho completamente de noche, que quise que no, se empeñó en acompañarme hasta la puerta de la Macarena, y tanto dio en ello que por fin me determiné a que emprendiésemos el camino juntos. El camino es bien corto, pero mientras duró encontró forma de contarme de pe a pa toda la historia de sus amores.
La venta donde se había celebrado la función era de su padre, quien le tenía prometido, para cuando se casase, una huerta que lindaba con la casa y que también le pertenecía. En cuanto a la muchacha objeto de su cariño, que me describió con los más vivos colores y las frases más pintorescas, me dijo que se llamaba Amparo, que se había criado en su casa desde muy pequeñita y se ignoraba quiénes fuesen sus padres. Todo esto y cien otros detalles de más escaso interés me refirió durante el camino. Cuando llegamos a las puertas de la ciudad me dio un fuerte apretón de manos, tornó a ofrecérseme y se marchó entonando un cantar cuyos ecos se dilataban a lo lejos en el silencio de la noche. Yo permanecí un rato viéndolo ir. Su felicidad parecía contagiosa, y me sentí alegre, con una alegría extraña y sin nombre, con una alegría, por decirlo así, de reflejo.
El siguió cantando a más no poder; uno de sus cantares decía así:

Compañerillo del alma
mira qué bonita era:
se parecía a la Virgen
de Consolación de Utrera.

Cuando su voz comenzaba a perderse oí en las ráfagas de la brisa otra delgada y vibrante que sonaba más lejos aún. Era ella, que lo aguardaba impaciente.
Pocos días después abandoné a Sevilla, y pasaron muchos años sin que volviese a ella y olvidé muchas cosas que allí me habían sucedido; pero el recuerdo de tanta y tan ignorada y tranquila felicidad no se me borró nunca de la memoria.
II
Como he dicho, transcurrieron muchos años después que abandoné a Sevilla, sin que olvidase del todo aquella tarde, cuyo recuerdo pasaba algunas veces por mi imaginación como una brisa bienhechora que refresca el ardor de la frente.
Cuando el azar me condujo de nuevo a la gran ciudad que con tanta razón es llamada reina de Andalucía una de las cosas que más llamaron mi atención fue el notable cambio verificado durante mi ausencia. Edificios, manzanas de casas y barrios enteros habían surgido al contacto mágico de la industria y el capital: por todas partes fábricas, jardines, posesiones de recreo, frondosas alamedas; pero, por desgracia, muchas venerables antiguallas habían desaparecido.
Visité nuevamente muchos soberbios edificios, llenos de recuerdos históricos y artísticos; torné a vagar y a perderme entre las mil y mil revueltas del curioso barrio de Santa Cruz; extrañé en el curso de mis paseos muchas cosas nuevas que se han levantado no sé cómo; eché de menos muchas cosas viejas que han desaparecido no sé por qué y, por último, me dirigí a la orilla del río. La orilla del río ha sido siempre en Sevilla, el lugar predilecto de mis excursiones.
Después que hube admirado el magnífico panorama que ofrece en el punto por donde une sus opuestas márgenes el puente de hierro; después que hube recorrido con la mirada absorta los mil detalles, palacios y blancos caseríos; después que pasé revista a los innumerables buques surtos en sus aguas, que desplegaban al aire los ligeros gallardetes de mil colores, y oí el confuso hervidero del muelle, donde todo respira actividad y movimiento, remontando con la imaginación la corriente del río, me trasladé hasta San Jerónimo.
Me acordaba de aquel paisaje tranquilo, reposado y luminoso en que la rica vegetación de Andalucía despliega sin aliño sus galas naturales. Como si hubiera ido en un bote corriente arriba, vi desfilar otra vez, con ayuda de la memoria, por un lado la Cartuja con sus arboledas y sus altas y delgadas torres; por otro, el barrio de los Humeros, los antiguos murallones de la ciudad, mitad árabes, mitad romanos; las huertas con sus vallados cubiertos de zarzas y las norias que sombrean algunos árboles aislados y corpulentos, y, por último, San Jerónimo... Al llegar aquí con la imaginación se me representaron con más viveza que nunca los recuerdos que aun conservaba de la famosa venta, y me figuré que asistía de nuevo a aquellas fiestas populares y oía cantar a las muchachas, meciéndose en el columpio, y veía los corrillos de gentes del pueblo vagar por los prados, merendar unos, disputar los otros, reír éstos, bailar aquéllos, y todos agitarse, rebosando juventud, animación y alegría. Allí estaba ella, rodeada de sus hijos, lejos ya del grupo de las mozuelas, que reían y cantaban, y allí estaba él, tranquilo y satisfecho de su felicidad, mirando con ternura, reunidas a su alrededor y felices, a todas las personas que más amaba en el mundo: su mujer, sus hijos, su padre, que estaba entonces como hacía diez años, sentado a la puerta de su venta, liando impasible su cigarro de papel, sin más variación que tener blanca como la nieve la cabeza, que antes era gris.
Un amigo que me acompañaba en el paseo, notando la especie de éxtasis en que estuve abstraído con esas ideas durante algunos minutos me sacudió al fin del brazo; preguntándome:
-¿En qué piensas?
-Pensaba -le contesté- en la Venta de los Gatos, y revolvía aquí, dentro de la imaginación, todos los agradables recuerdos que guardo de una tarde que estuve en San Jerónimo... En este instante concluía una historia que dejé empezada allí y la concluía tan a mi gusto que creo no puede tener otro final que el que yo le he hecho. Y a propósito de la Venta de los Gatos -proseguí, dirigiéndome a mi amigo-, ¿Cuándo nos vamos allí una tarde a merendar y a tener un rato de jarana? -¡Un rato de jarana! -exclamó mi interlocutor, con una expresión de asombro que yo no acertaba a explicarme entonces-; ¡un rato de jarana! Pues digo que el sitio es aparente para el caso.

-¿Y por qué no? -le repliqué admirándome a mi vez de sus admiraciones.
-La razón es muy sencilla -me dijo, por último-: porque a cien pasos de la venta han hecho el nuevo cementerio.
Entonces fui yo el que lo miré con ojos asombrados y permanecí algunos instantes en silencio antes de añadir una sola palabra.
Volvimos a la ciudad y pasó aquel día y pasaron algunos otros más sin que yo pudiese desechar del todo la impresión que me había causado una noticia tan inesperada. Por más vueltas que le daba, mi historia de la muchacha morena no tenía ya fin, pues el inventado no podía concebirla, antojándoseme inverosímil un cuadro de felicidad y alegría con un cementerio por fondo.
Una tarde, resuelto a salir de dudas, pretexté una ligera indisposición para no acompañar a mi amigo en nuestros acostumbrados paseos y emprendí solo el camino de la venta. Cuando dejé a mis espaldas la Macarena y su pintoresco arrabal y comencé a cruzar por un estrecho sendero aquel laberinto de huertas ya me parecía advertir algo extraño en cuanto me rodeaba.
Bien fuese que la tarde estaba un poco encapotada, bien que la disposición de mi ánimo me inclinaba a las ideas melancólicas, lo cierto es que sentí frío y tristeza y noté un silencio que me recordaba la completa soledad como el sueño recuerda la muerte.
Anduve un rato sin detenerme, acabé por cruzar las huertas para abreviar la distancia y entré en el camino de San Lázaro, desde donde ya se divisa en lontananza el convento de San Jerónimo.
Tal vez será una ilusión; pero a mí me parece que por el camino que pasan los muertos hasta los árboles y las hierbas toman al cabo un color diferente. Por lo menos allí se me antojó que faltaban tonos calurosos y armónicos, frescura en la arboleda, ambiente en el espacio y luz en el terreno. El paisaje era monótono, las figuras negras y aisladas.
Por aquí un carro que marchaba pausadamente, cubierto de luto, sin levantar polvo, sin chasquidos de látigo, sin algazara, sin movimiento casi; más allá un hombre de mala catadura con un azadón en el hombro, o un sacerdote con su hábito talar y oscuro, o un grupo de ancianos mal vestidos o de aspecto repugnante, con cirios apagados en las manos, que volvían silenciosos, con la cabeza baja y los ojos fijos en la tierra. Yo me creía transportado no sé adónde, pues todo lo que veía me recordaba un paisaje cuyos contornos eran los mismos de siempre, pero cuyos colores se habían borrado, por decirlo así, no quedando de ellos sino una media tinta dudosa. La impresión que experimentaba sólo puede compararse a la que sentimos en esos sueños en que, por un fenómeno inexplicable, las cosas son y no son a la vez, y los sitios en que creemos hallarnos se transforman, en parte, de una manera estrambótica e imposible.
Por último, llegué al ventorrillo; lo recordé más por el rótulo, que aun conservaba escrito con grandes letras en una de sus paredes, que por nada; pues en cuanto al caserío, se me figuró que hasta había cambiado de forma y proporciones. Desde luego puedo asegurar que estaba mucho más ruinoso, abandonado y triste. La sombra del cementerio, que se alzaba en el fondo, parecía extenderse hacia él, envolviéndolo en una oscura proyección como en un sudario. El ventero estaba solo, completamente solo. Conocí que era el mismo de hacía diez años; y lo conocí por no sé qué, pues en este tiempo había envejecido hasta el punto de aparentar un viejo decrépito y moribundo, mientras que cuando lo vi no representaba apenas cincuenta años, y rebosaba salud, satisfacción y vida.
Senteme en una de las desiertas mesas; pedí algo de beber, que me sirvió el ventero, y de una en otra palabra suelta, vinimos al cabo a entrar en una conversación tirada acerca de la historia de amores, cuyo último capítulo ignoraba todavía, a pesar de haber intentado adivinarlo varias veces.
-Todo -me dijo el pobre viejo-, todo parece que se ha conjurado contra nosotros desde la época que usted me recuerda. Ya lo sabe usted: Amparo era la niña de nuestros ojos, se había criado aquí desde que nació, casi era la alegría de la casa; nunca pudo echar de menos el suyo, porque yo la quería como un padre; mi hijo se acostumbró también a quererla desde niño, primero como un hermano, después con un cariño más grande todavía. Ya estaba en vísperas de casarse; yo les había ofrecido lo mejor de mi poca hacienda, pues con el producto de mi tráfico me parecía tener más que suficiente para vivir con desahogo, cuando no sé qué diablo malo tuvo envidia de nuestra felicidad y la deshizo en un momento. Primero comenzó a susurrarse que iban a colocar un cementerio por esta parte de San Jerónimo: unos decían que más acá, otros que más allá; y mientras todos estábamos inquietos y temerosos, temblando de que se realizase este proyecto, una desgracia mayor y más cierta cayó sobre nosotros.
Un día llegaron aquí en un carruaje dos señores. Me hicieron mil y mil preguntas acerca de Amparo, a la cual saqué yo cuando pequeña de la casa de expósitos; me pidieron los envoltorios con que la abandonaron y que yo conservaba, resultando al fin que Amparo era hija de un señor muy rico, el cual trabajó con la justicia para arrancárnosla, y trabajó tanto, que logró conseguirlo. No quiero recordar siquiera el día que se la llevaron. Ella lloraba como una Magdalena; mi hijo quería hacer una locura; yo estaba como atontado, sin comprender lo que me sucedía... ¡Se fue! Es decir, no se fue, porque nos quería mucho para irse; pero se la llevaron, y una maldición cayó sobre esta casa. Mi hijo, después de un arrebato de desesperación espantosa, cayó como en un letargo; yo no sé decir qué me pasó; creí que se me había acabado el mundo.
Mientras esto sucedía, comenzose a levantar el cementerio; la gente huyó de estos contornos, se acabaron las fiestas, los cantares y la música, y se acabó toda la alegría de estos campos, como se había acabado toda la de nuestras almas.
Y Amparo no era más feliz que nosotros: criada aquí al aire libre, entre el bullicio y la animación de la venta, educada para ser dichosa en la pobreza, la sacaron de esta vida y se secó como se secan las flores arrancadas de un huerto para llevarlas a un estrado. Mi hijo hizo esfuerzos increíbles por verla otra vez, para hablarle un momento. Todo fue inútil; su familia no quería. Al cabo la vio, pero la vio muerta. Por aquí paso el entierro. Yo no sabía nada, y no sé por qué me eché a llorar cuando vi el ataúd. El corazón, que es muy leal, me decía a voces
-Esa es joven como Amparo; como ella, sería también hermosa; ¿Quién sabe si será la misma? Y era; mi hijo siguió el entierro, entró en el patio, y al abrirse la caja, dio un grito, cayó sin sentido en tierra, y así me lo trajeron. Después se volvió loco, y loco está.
Cuando el pobre viejo llegaba a este punto de su narración, entraron en la venta dos enterradores, de siniestra figura y aspecto repugnante. Acabada su tarea, venían a echar un trago «a la salud de los muertos», como dijo uno de ellos, acompañando el chiste con una estúpida sonrisa. El ventero se enjugó una lágrima con el dorso de la mano, y fue a servirles.
La noche comenzaba a cerrar, oscura y tristísima. El cielo estaba negro, y el campo lo mismo. De los árboles pendía aún, medio podrida, la soga del columpio agitada por el aire; me pareció la cuerda de una horca, oscilando todavía después de haber descolgado a un reo. Sólo llegaban a mis oídos algunos rumores confusos: el ladrido lejano de los perros de las huertas, el chirrido de una noria, largo, quejumbroso y agudo como un lamento; las palabras sueltas y horribles de los sepultureros, que concertaban en voz baja un robo sacrílego... No sé; en mi memoria no ha quedado, lo mismo de esta escena fantástica de desolación, que de la otra escena de alegría, más que un recuerdo confuso, imposible de reproducir. Lo que me parece escuchar tal como lo escuché entonces es este cantar que entonó una voz plañidera, turbando de repente el silencio de aquellos lugares.

En el carro de los muertos
ha pasado por aquí;
llevaba una mano fuera,
por ella la conocí.

Era el pobre muchacho, que estaba encerrado en una de las habitaciones de la venta, donde pasaba los días contemplando inmóvil el retrato de su amante sin pronunciar una palabra, sin comer apenas, sin llorar, sin que se abriesen sus labios más que para cantar esa copla tan sencilla y tan tierna, que encierra un poema de dolor que yo aprendí a descifrar entonces.
Se terminó