Balcón Trianero

domingo, 18 de octubre de 2015

Puerta de Triana



Puerta de Triana Estuvo situada en la actual calle de igual nombre, junto a la de Reyes Católicos, en el espacio comprendido entre las calles Gravina (Cantarranas) y Zaragoza (Pajería), en esta calle nació y habitó hasta su muerte D. Justino Matute y Gaviria, según mapa del Asistente de esta ciudad, intendente del ejercito D. Pablo Olavide en el año de 1771.


La Puerta de Triana junto a la de Carmona eran posiblemente las más bellas e importantes de cuantas puertas se abrían en la amurallada urbe sevillana. En 1588 Juan de Herrera arquitecto de Felipe II, la proyectó, dándole un estilo renacentista, siendo Asistente de la Ciudad D. Juan Hurtado de Mendoza, Conde de Orgaz. 
La Puerta de Triana cerraba el franco oeste del recinto amurallado y servía de vía de comunicación con el barrio de Triana y el fértil Aljarafe, que sirvió de despensa a través de siglos a la supervivencia de Sevilla.


“En 1621 está fechado una memoria en la que se recogen las obras y reparaciones en la “alvaniria” que el directorio municipal pretende hacer en la Carcelería o aposentos de la Puerta de Triana, es decir un segundo cuerpo, que servía de cárcel a personajes distinguidos. 
El 3 de febrero de 1729, Felipe V entró en Sevilla por la Puerta de Triana acompañado de su esposa Isabel de Farnesio, los príncipes de Asturias, los infantes Felipe y Carlos, miembros de su corte y servidores. El rey venia en una carroza tirada por ocho caballos, siendo seguido por un centenar de carruajes. En la calle Castilla, los trianeros levantaron un colosal arco del triunfo, adornado con banderolas blancas y celeste y aquel impresionante cortejo atravesó el puente de barcas, entonces existente, que se había engalanado con gallardetes y con su barandal donde se colocaron grandes hachas y teas encendidas, las cuales reflejaban sus luces en el Guadalquivir, dándole un magnifico aspecto”.
En 1787 sus fachadas debieron ser modificadas, tal como informa Matute y Gaviria: se renovaron las fachadas interior y exterior de la Puerta de Triana, restituyendo sus columnas la altura correspondiente a su orden.
El 12 de diciembre de 1812, sábado, á las doce de la mañana, entró en esta ciudad el General D. Francisco Javier Castaño, repicando la iglesia de la O, ayuda de parroquia de la de Santa Ana, al paso del caudillo y de su comitiva por el arrabal de Triana en dirección a la metrópoli sevillana, saludándole con salva de artillería, instalada a tal efecto en el Arenal. En la Puerta de Triana fué recibido el héroe de Bailen por las autoridades, y en su compañía se encaminó a la Catedral á visitar la Real Capilla. (*).
En el mes de julio de 1821 se perpetró en cierta abacería y taberna en la Puerta de Triana el horrible asesinato de un ciudadano montañés encargado de dichos establecimientos, por un paisano suyo á quien concedía generoso hospedaje por hallarse desacomodado á la sazón; pagando aquel hombre con la muerte alevosa de su bienhechor la deuda de gratitud.
Siendo juzgado y sentenciado a la pena capital, fué ejecutado en el Prado de San Sebastián mediante garrote, la ejecución en la horca ya había sido abolida por las cortes. (*).
Según J.M.Tassara: Fernando VII entró por esta puerta para presidir las Cortes en nuestra ciudad convocadas. Cuando se derribaron, aun conservaban las señales de proyectiles que lanzara contra la puerta la artillería del General Bolaños en 16 de junio de 1823 para entrar en Sevilla.
La definitiva Puerta de Triana como la describe Tassara, contaba con una monumental zona central de estilo dórico y varios portillos laterales de menor envergadura. Al orden dórico pertenecían también sus fachadas todas iguales, compuesta cada una de cuatro grandes columnas estriadas rematadas por airosos capiteles, que recibían una airosa cornisa, sobre la que descansaba grandioso balcón con antepecho balaustrado, forjado en hierro, que correspondía al llamado salón del Castillo del cual era alcalde el Duque de Medinaceli, representado por un teniente. Remataba la obra gracioso frontispicio, al cual coronaba un ático con diversas pirámides. 
Según J.M. Tassara, el 27 de mayo de 1808, durante la invasión francesa, colgaron en la Puerta de Triana al desafortunado Conde del Águila. Este luctuoso suceso de la historia negra sevillana nos lo relata el historiador sevillano José Velázquez Sanchez.
En 1823 en la Puerta de Triana tuvo lugar la ceremonia de presentar un teniente del rey a Fernando VII las llaves de la ciudad, que rehusó tomar el hijo de Carlos IV con una de aquellas frases que encubrían lo acerbo y caustico de sus burlas bajo la apariencia de una bondadosa sencillez. (*).
A mediados del siglo XIX ya comenzaron ciertos sectores influyentes de la ciudad a proponer el derribo de la Puerta de Triana, argumentando la dificultad de transito que había, para el paso de personas y mercancías que con la construcción de la nueva estación de ferrocarril en Plaza de Armas habíase incrementado. Para dar solución a este problema se propuso reformarla, abriendo postigo a cada lado del cuerpo central de la puerta, presentando un proyecto el arquitecto municipal D. José de la Coba de “gran monumentalidad” el día 2 de enero 1859. Estas reformas presentadas no gustaron al consistorio ni al Presidente de la Diputación Arqueológica de Sevilla Juan J. Bueno que critica no solo los proyectos presentados si no también los colores usados en dicho monumento. 
Dos años más tarde el Ayuntamiento decide el derribo por completo de la Puerta de Triana y el día 16 de enero de 1861 el alcalde Garcia de Vinuesa solicita a los arquitectos un proyecto para el derribo de la Puerta de Triana y disponer de los terrenos que ocupa.
Pero los arquitectos municipales le ofrecen otro proyecto al consistorio que es de construir dos puertas una a cada lado para el paso del público y la del centro para carruajes y caballerizas.
Como se puede apreciar la Comisión de Arquitectos y las autoridades municipales junto con la Dirección Arqueológica no tienen las ideas claras, teniendo en cuenta que para efectuar el derribo tenía que ser autorizado por el estado y cumplirse una serie de requisitos legales, que se saltaron con toda impunidad los concejales revolucionarios sevillanos ocho años más tardes al derribarla de la forma tan chapucera y fulera como lo hicieron.


Continuará…
(Archivo fotográfico y texto, Medivargas)

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